¿Por qué leer un libro publicado a mediados del Siglo XIX, existiendo miles de novedades en las mesas de las librerías? Italo Calvino, el genial escritor Italiano nos señalaba en su ensayo “Por qué leer los clásicos”, que “Leer por primera vez un gran libro en la edad madura es un placer extraordinario: diferente (pero no se puede decir que sea mayor o menor) que el haberlo leído en la juventud.”, y tenía razón: “Grandes esperanzas” es un clásico, y gocé al máximo su lectura.
Charles Dickens fue un novelista inglés leído y reconocido en vida. Su obra se caracterizó por haberse publicado por entregas, ese formato tan popular en aquellos tiempos, cuando la mayoría de los lectores no contaban con los recursos suficientes para adquirir un libro completo. “Grandes esperanzas” (me gusta más el titulo original: “Grandes expectativas”) fue publicado en ese formato a partir de diciembre de 1860, concluyendo en agosto de 1861. Yo lo disfruté en una edición de Alianza editorial reimpresa en 2018, con traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez.
La única lectura de la obra de Dickens que recuerdo, es la novela “Oliver Twist”, que leí en abril de 1985 (fecho los libros cuando los termino), y me da pena que hayan tenido que pasar casi 35 años para reencontrarme con su obra. Pero citando de nuevo a Calviño: “Se llama clásico a los libros que constituyen una riqueza para quienes los han leído, pero es una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.” Y yo leí “Grandes esperanzas” en las Playas de Mazatlán, iniciando el año. Mejor sitio para gozar la lectura, imposible.
“Grandes esperanzas” trata de la vida de Philip Pirrip, que narrada en primera persona, se presenta ante nosotros: “Cuando era niño, mi lengua infantil se hacía un lío con ambas palabras, y las reducía a un breve y nada explícito Pip. Así pues, Pip decía que me llamaba, y Pip acabó llamándome todo el mundo.”
Pip es introvertido, buen muchacho, muy correcto, pero muy, muy atormentado en cuestiones del amor. Huérfano de padre y madre, Pip pasa su infancia en casa de su hermana, que más que hermana, parece una madrastra, de esas más malas que la influenza, casada con Joe Gargery “el herrero”, un pan de dulce, que por mandilón, sufre, junto con su cuñado, los arranques de ira y violencia de su consorte.
“Grandes esperanzas”, nos habla de su tránsito de la infancia a la madurez de nuestro protagonista, dominada por el amor incondicional que siente por la bella, fría y orgullosa Estella, adoración que se convierte en el impulso vital en sus aspiraciones de convertirse en un caballero para estar a la altura de su amada.
Condenado a trabajar como aprendiz en la fundición de su cuñado Joe, Pip recibe la noticia de que un secreto benefactor, le ha proporcionado los recursos necesarios para trasladarse a Londres y estudiar para convertirse en un caballero. Es así que Pip abandona la casa de su hermana, y se va a vivir la vida loca a la capital del Reino, donde conocerá a diversos individuos, y construirá fuertes lazos de amistad con su compañero de habitación, Hebert, que junto con su familia, lo acogen y ayudan a cumplir con sus objetivos.
En “Grandes esperanzas”, encontraremos entrañables personajes: Magwitch, que bien podría haber sido el padre de Pip; el ayudante de su abogado, Wemmick, creyente de la seguridad que produce el poseer todo el -y cualquier- “bien raíz” que se pueda, y que vive en un “castillo” junto con su padre; Biddy, enamorada sin remedio de Pip.
Leer “Grandes esperanzas” te traslada a la infancia. Recomiendo acometer su lectura como si fuéramos niños de nuevo, con la mirada limpia e ingenua de cuando deseábamos ser buenos niños, amigos leales, jugadores nobles. “Grandes esperanzas” está entre las obras que se seguirán leyendo y gozando.
hace 4 años
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