La nostalgia del pasado, la sugestiva evocación de los territorios y la recreación del devenir de las conciencias emergen como ejes fundacionales de la narrativa del maestro argentino. Rescatar el pasado es su misión y en este relato, además, lo recrea con auténtica plasticidad. Al anochecer, en la luz de color de oro o de ceniza, las figuras de la pinacoteca cobran vida y salen de sus marcos: les pertenecen, hasta el rayar del alba, la vasta rotonda y las salas solemnes del Museo del Prado. Mújica Láinez nos narra aquí la vida imaginaria, secreta, y a la vez muy real, de los seres de Velázquez o de El Greco, de Durero o de Goya, del Bosco o de Veronés, mientras pululan con sus destellantes trajes antiguos y con sus cálidos desnudos en la tiniebla maravillada del museo nocturno. El don supremo de artífice verbal de Mújica Láinez y su inventiva refinadísima e inagotable, tanto en lo irónico y lo sensual como en lo ornamentado, edifican otra galería de personajes, prodigiosamente vivos, en la pasarela de lienzos de uno de los espacios visuales más suntuosos, nobles y sugestivos de Europa: un universo narrativo autónomo, deslumbrante y completo. Una joya literaria en total armonía con las joyas pictóricas que pueblan El Prado hasta que la luz penetra por sus ventanucos. Es entonces cuando la magia sólo permanece en las páginas deslumbrantes de este maravilloso relato.