NADIE AVISA A UNA PUTA

NADIE AVISA A UNA PUTA VILLAR, SAMANTA

Portada de NADIE AVISA A UNA PUTA
Nota media 7 Muy bueno 2 votos 1 críticas

Resumen

La prostitución es esa persona que te cruzas en un aeropuerto y es el timbre marcado en rojo en un portal de tu vecindario. A veces invisible y a veces a la vista de todos en las mismas aceras en las que te recoges tras una noche de fiesta. La prostitución se analiza desde el tabú, el desprecio, la censura o la compasión, pero pocas veces se cuenta, sin prejuicios, la historia que hay detrás de cada mujer. La periodista Samanta Villar corre la cortina y nos cuenta la historia de siete prostitutas: la especializada en personas con discapacidad que ve su trabajo como una función social, la joven que rota por pisos de citas en donde nunca entra la luz, la anciana del barrio chino que aún ejerce porque la administración no reconoce su trabajo, la que se enamoró de un cliente tras conocerse en un foro de Internet, la emigrante captada por las mafias internacionales, la brasileña que se prostituye en un hotel de mentira y la escort que habita un mundo repleto de lujos. Unos retratos que nos habla de miedo, de ilusión, de amor y de injusticias.

1 Críticas de los lectores

8

NADIE AVISA A UNA PUTA, de Samanta Villar (Libros del K.O., 2016) ¿Por qué y de qué tendrían los clientes que avisar a una puta? ¿Tal vez de que están enfermos y de que no acudirán a la cita de todos los viernes? El título, como las manchas que salpican el pelo de la mujer de la portada generan confusión, sin duda; pero no, este no es un libro sórdido ni banal. Tampoco son triviales o frívolas las vidas de las protagonistas. La experta en relaciones sexuales con discapacitados, la sexagenaria que sigue en el ramo o la inmigrante que no ha encontrado otra salida, las historias de estas y del resto de mujeres -y también de algunos hombres- que pululan por las páginas de NADIE AVISA A UNA PUTA nos introducen en mundo tabú y cargado de prejuicios, un mundo al que quizá, sólo quizá, deberíamos mirar de otra forma. Mirar de un modo distinto a la que es lumi porque quiere o porque sabe que exprimiendo su cuerpo las cuentas cuadran a final de mes; ver con otros ojos a la que se divierte o no sabe vivir de otra forma; entender a la que es una profesional del sexo; no esquivar la mirada de quien no encuentra otro trabajo -si es que una situación forzada alguna vez fue sinónimo de trabajo-. Bajemos o no la mirada, las putas, como la vida, seguirán pasando. Me quedo con el rayo de amor, de esperanza: "En 24 horas me había cambiado la vida por completo. Tenía una vida bien planificada, estructurada, muy alienada con mi personalidad. Y de repente decides que eso no es lo que quieres. Que quieres cambiar, que te has enamorado de otra persona [...] Sólo necesitó dos semanas para dejar a Silvia [...] no le importó que ya hubieran entregado la señal para comprar un piso" ... sí, el putero se fue con la puta.

hace 7 años