Divertida historia sobre la vida y costumbres de la Corte en el año 1614. Diez años después de que Francisco Robles editara El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, un tal Alonso Fernández de Avellaneda osa publicar una segunda parte. Robles, furioso porque alguien interfiere en su negocio, encarga a un empleado, Isidoro de Montemayor, que encuentre a Avellaneda y le ajuste las cuentas.
La misión no es tan fácil como parece, resulta que Avellaneda no existe, que es solamente un seudónimo y que tras ese nombre se esconde un escritor que quiere vengarse de Cervantes.
Alfonso nos retrata con maestría y humor, la vida de la época, tanto la de los poderosos (la nobleza, sus diversiones, y sus chanchullos), como la de los humildes: barberos, truhanes, cómicos, busconas,... sin olvidarse de una colección de escritores: Cervantes, Quevedo, Lope de Vega,... grandes plumas, pero también grandes enemigos con sus envidias y rencores.
Obra con tintes humorísticos, dotada de mucho ritmo y muy bien documentada, con muchas descripciones del Madrid de la época, de sus locales y garitos (casas de apuestas, barberías, figones,...), de sus costumbres y de la forma de vida de sus personajes, y llena de palabras poco usuales (apiolar, orear, alarofes, alcotana, raigón, pábilo,...).
hace 4 años
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