El catedrático de literatura Juan Manuel Barrientos se dirige al centro histórico de la ciudad de México. La juerga de la víspera le ha provocado un resaca de órdago, pero ese día se ha citado con los alumnos de su seminario en el célebre Salón La Luz para realizar una visita por los edificios coloniales más emblemáticos. Los espera. Cuando al fin comprende que sus alumnos no acudirán a la cita, decide recorrer en solitario los hitos del paisaje artístico como si de las estaciones de un via crucis se tratara. Guía resignado de los fantasmas que lo atormentan y acompañan, va deteniéndose en diversas cantinas mientras desvela no sólo la arquitectura de la ciudad, sino también un desolado paisaje interior habitado por su padre, su hermanastro Ángel y Alejandra, su única y malograda pasión. Cada vez más ebrio, y también más lúcido, comprende que este descenso a los infiernos le lleva inexorablemente a cumplir con su trágico destino frente a la catedral metropolitana.