Con una inteligencia y una prosa sobrecogedoras, Giono contrapone la pseudoabundancia de nuestras ciudades, generadora de tanta frustración, con las riquezas verdaderas de la vida simple, vinculada a la naturaleza y los espacios rurales. Y, por supuesto, Giono sabe bien de lo que habla, pues este libro fue escrito como testimonio de un proyecto de insubordinación comunitaria que él mismo creó junto a aquellos amigos que decidieron abandonar París como él y comenzar una nueva vida en un valle de la Provenza. Así, a medio camino entre el ensayo y el relato en primera persona, Giono escribe a mayor gloria del sol, la tierra, las colinas, el viento y los riachuelos «que irrigan con más violencia que nunca mis venas y mis arterias», recreando un movimiento de oposición que se abstiene de participar en los abusos de la llamada «civilización» y en la construcción de sus bárbaros palacios e instituciones. ¿Acaso podría ser también un manifiesto ecologista? Quizás, pero un manifiesto siempre más poético que electoral, y también más dinámico que retórico, pues sus páginas se despliegan con una potencia tal que es imposible salir de ellas indemne, tocado en el mejor sentido, capaz de repente de mirar el mundo y la naturaleza desde otro ángulo y actuar en consecuencia.