El discurso fragmentario y fragmentado con que Javier Gutiérrez Rubio construye esta novela se expresa mediante una prosa intimista, de una voz muy personal, que demanda un lector que ordene mentalmente los hechos Sin embargo, igual que la perfecta maquinaria de un reloj resulta incomprensible y desordenada a quien empieza a leerla, el desorden de esta novela es sólo aparente: como las del reloj, sus piezas no tardan en ajustarse a la perfección unas con otras y la máquina es comprendida.