La idea, dominante a principios de los años noventa, de que el mundo había llegado a una era de concordia mundial ha resultado ser errónea: hemos entrado de pleno en un periodo de divergencia. Los expertos en ciencia política, de acuerdo con una visión determinista de la historia, hablaban de una dialéctica global que imaginaban como una batalla ideológica con sucesivas etapas que culminaría definitiva e ineludiblemente en el orden liberal y democrático internacional. En los años inmediatamente posteriores a la Guerra Fría, el derrumbamiento del imperio comunista y la aparente llegada de la democracia a Rusia auguraban una nueva era de convergencia mundial. Los grandes adversarios de la Guerra Fría compartían repentinamente numerosos objetivos, incluido el deseo de integración política y económica. En ese contexto, el optimismo era comprensible. Hoy en día, la reaparición de grandes potencias autocráticas y la fuerza reaccionaria del radicalismo islámico han debilitado ese orden liberal, y amenazan con debilitarlo más aún en las próximas décadas. Robert Kagan, uno de los más notables expertos en política mundial y autor de Poder y debilidad, demuestra que el avance hacia el liberalismo era contingente y que la gran falacia de nuestra era ha consistido en creer que ese orden respondía al simple triunfo de la mejor visión del mundo, o al desarrollo natural del progreso humano.