Corre el año 1555 y el emperador Carlos V, con apenas 55 años, es un viejo cansado de tanta lucha. Tras abdicar de sus tronos, desembarca en España para retirarse en el apartado monasterio extremeño de Yuste. Junto a él viajan sus relojes, pero ante la poca vida que siente que le queda pide a su relojero de cámara, el matemático Juanelo Turriano, que le fabrique un autómata que luche por él, contra la muerte, cada minuto que le queda de vida. En su retiro monástico va a tener que abdicar de su ideario erasmista y también tendrá que enfrentarse al vino frente a la cerveza que él adora y los frailes detestan, a la campana frente al reloj que a los monjes parece obra del demonio, y en fin, acompañado de sus mastines y su guacamayo, intimará con un jovencísimo Jeromín,