Es una escritura que transmuta algunos de los signos desfavorables de la vida. Vemos aquel mar, las casas de adobe y los jaramagos florecidos. Y las gaviotas chillando en el aire. Conocemos al dócil chiflado trotacaminos, errante simplón de carreteras, colector de hierbas santas, jaulero de mirlos y capirotes, castrador de colmenas. Con estos cuentos recuperamos la capacidad de asombro, miramos las palmas de nuestras manos donde queda un fino polvillo de ilusiones y nos preguntamos si unas veces nos tiene Dios en su dedo y otras el Diablo en su rabo...