El autor da la vuelta al viejo chascarrillo "cambio mujer de cincuenta por dos de veinticinco", pues cree y defiende que las mujeres maduras ganan en interés lo que pueden perder en atractivo físico. Con ternura, lucidez y buen humor, Schwartz declara su admiración incondicional por la mujer de "cierta edad", a la que anima para que se libere de miedos y prejuicios y ocupe el destacado lugar que merece tanto en el ámbito social como en el círculo familiar.