He aquí la más vibrante y completa semblanza del que fuera gran pionero —y el último en partir de toda una generación de profetas— del blues. Riley «Blues Boy» King (1925-2015), más conocido como B.B. King, nació en la más absoluta pobreza en el corazón del Misisipi afroamericano subyugado por la América de Jim Crow. Su temprana fascinación por la música litúrgica —y, en concreto, por la guitarra de la que se acompañaban algunos predicadores— se convertiría en la vía de emancipación para dejar atrás el trabajo de aparcero a fin de batirse el cobre con —y consagrar el resto de sus días a— la música. Animado y fascinado por los discos de Blind Lemon Jefferson y T-Bone Walker, B.B. enseñó a su guitarra a cantar en el singular estilo solista que se convirtió en el sello más distintivo y reconocible de su arte. A lo largo de su dilatada carrera, recorrió las carreteras de medio mundo sin apenas descanso —más de quince mil conciertos en noventa países a lo largo de sesenta años— y varias de sus actuaciones, incluido el mítico concierto de Chicago (ofrecido en la cárcel del condado de Cook), perduran entre las grandes gestas de los anales del blues.