En el panorama de la literatura catalana del siglo XX, la narrativa de Pere Calders ocupa un destacadísimo lugar, no sólo por su innegable calidad de escritor, sino además por la peculiaridad de su apuesta literaria; la suya es una obra exiliada por vocación, porque a partir de la mirada exterior -de observador lejano, atónito, escéptico, irónico y desencantado - con que contempla la pequeña comedia humana, sus historias se tejen alrededor de los mecanismos con que la sinrazón se erige como sustituto del sentido de la realidad.