Annie Dillard fue una de las primeras mujeres que decidió desafiar desde la escritura el estereotipo masculino del hombre de la frontera y de su relación con la naturaleza salvaje. Y eso hizo al escribir este libro, donde recoge la extraordinaria y fructífera influencia de grandes autores como Thoreau, Muir o Leopold, pero dándoles en cierto modo la vuelta. En este ensayo, la autora entremezcla lo que ve con lo que piensa y lo que siente, convirtiendo este libro en una de las reflexiones más lúcidas y extraordinarias sobre la esencia última de la naturaleza, sobre la belleza y el horror que en ella se entremezclan, sobre el azar que rige en última instancia todo lo vivo y sobre el poder del presente en un mundo en constante y silenciosa mutación.