Sin duda voy a leer muchos mas libros de Herriot, que bien me lo he pasado. Y que profesión tan admirable me parece la de médico veterinario, algo hay en ella de lo mejor de la raza humana. Son solo simples anécdotas de los primeros años de ejercicio de un joven veterinario rural en los años 30 del pasado siglo pero contadas con tal gracia y encanto que es un no parar de reir. También hay algún momento triste y emotivo, no podía ser de otra manera. Cuando uno acaba el libro tiene una idea muy clara de lo que significa el ejercicio de tan noble trabajo.
hace 6 años