Lo que vemos cambia lo que sabemos. Lo que conocemos, cambia lo que vemos.» Jean Piaget. Los pequeños siempre se están haciendo preguntas porque hay muchas cosas que desconocen. Pero a veces no está de más cuestionarse lo que parece evidente. Los interrogantes, las dudas, ponen en tensión nuestro cerebro, provocan millones de conexiones neuronales y lo ejercitan para el desarrollo del conocimiento. Incluso un objeto tan reconocible como una manzana puede disparar nuestra mente y ser el origen de una extraordinaria divagación que, en el caso de nuestro protagonista le lleva a plantearse «Y si fuera mi tataratatarabuelo, que se ha reencarnado en manzana y viene a hacerme una visita» o «Quizá sean todos manzanas excepto yo». Con frases que comienzan con «podría ser» o «quizá sea» se pone en marcha una letanía de suposiciones, todas con una base lógica, no solo acerca de la naturaleza del objeto en sí; sino también de su forma de ser, de su historia pasada y futura, creando incluso un vínculo afectivo entre objeto y sujeto.