Si los casos de personas desaparecidas ya son de por sí arduos para cualquier investigador, cuando la desaparición se ha producido hace treinta y cuatro años el trabajo se convierte casi en una misión imposible. Ése es precisamente el reto al que se enfrenta la detective Kinsey Milhone en esta ocasión. Violet Sullivan fue vista por última vez el Cuatro de Julio de 1953. Atrás deja una hija de siete años, Daisy, un esposo sumido en la desesperación, y un hervidero de rumores sobre su escandalosa vida sentimental. En Serena Station, el pequeño pueblo californiano donde ocurren los hechos, las opiniones están divididas: unos piensan que Violet, mujer bonita y promiscua, se ha fugado con un amante; otros dan por sentado que el marido, un alcohólico proclive a la violencia y a los malos tratos, ha puesto fin a los engaños de Violet de manera drástica y ha ocultado después su coche y su cadáver en algún lugar secreto. Es Daisy, la hija abandonada, quien en 1987 decide esclarecer las circunstancias de ese trauma infantil que ha marcado su vida. A sus cuarenta y un años, necesita saber a toda costa si su madre se fue por voluntad propia o no. Pero en cuanto Kinsey empieza a remover el pasado, el resentimiento muestra su cara más cruel.