Margot en la Plaza de Castilla surge del poema que, con el mismo título, se recoge en otro poemario anterior, y, si bien es cierto que no deja de ser un canto a la mujer y a la libertad de la mujer, su autor lo siente ante todo como ese pulso con la vida, destinado al fracaso, por recuperar lo irrecuperable: los veinte años, de la juventud, la belleza, el sexo, la inocencia también; en suma, lo que fuimos.