Ser madre es muy duro (y ser padre también; aquí no se libra nadie). Te pasas el día poniendo lavadoras y planchando y al final se te pone el brazo hiperdesarrollado como a Popeye. Cuando me siento a hablar con mis amigas sobre cine o televisión, si alguna me pregunta cuál es mi programa favorito, le respondo que el de prendas delicadas. Ya no salgo por ahí porque me caigo de sueño por las esquinas. Mi fiesta de la espuma es el baño de los niños y, si me coronasen como Miss Camiseta Mojada, solo sería por la cantidad de lavadoras que pongo. Y de sexo, mejor ni hablamos: cuando tienes críos, tu concepto de pasarlo bien en bolas es ir a la piscina de un Chiquipark, y echar un polvo mañanero es preparar el biberón de la niña.