Andrés no está pasando por un buen momento personal. Su mujer Gloria acaba de dejarlo, harta de sus inseguridades y de un matrimonio asfixiante donde las fobias de su exmarido le han impedido hacer muchas cosas. Sin embargo, Andrés no está dispuesto a renunciar tan fácilmente a su familia y va a demostrarle a Gloria que puede cambiar y que, si se lo propone, es capaz incluso de conducir con música o comer con los cubiertos de un restaurante sin limpiarlos antes. El problema vendrá cuando descubra, gracias a un descuido de sus hijos Paula y Martín, que mami tiene un nuevo novio "que tiene el pelo naranja". Mentiría si no dijese que me he divertido con esta novela. Debido al hipocondrismo y el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) que sufre Andrés, nos encontramos con un personaje especial y muy diferente a todos los que he conocido hasta la fecha. En clave de humor, el lector se ve inmerso en una alocada aventura donde nuestro protagonista intentará dar un giro a su vida hasta que, por culpa de un accidente, todo se le complica. Hay que reconocer que el ingenio del autor para crear situaciones rocambolescas no tiene límite. Cuando crees saber por dónde van los tiros, se producen unos giros tan surrealistas que cualquier idea preconcebida que llevaras sobre esta historia, salta por los aires. Los personajes no tienen desperdicio alguno: ni Raúl ni Aurora -los hermanos de Andrés- ni Gonzi -el novio de su ex- o Genaro, un octogenario con cardiopatía isquémica, se libran de las locuras de Andrés y entre todos ellos, se gesta una comedia de enredos y humor negro muy singular. A pesar de todo lo que ocurre, Andrés se gana el cariño del lector y los que han leído esta historia, sabrán que esto es algo difícil de explicar y digerir. Aún estoy asimilando si esta novela me ha encantado, me ha disgustado o qué se yo, y es que creo que algunas -o muchas- de las inseguridades de Andrés, se me han contagiado durante su lectura.
hace 1 año