Si la educación es aún posible, en un mundo en el que tanto se espera de ella y cuando tantos descontentos se concitan haciéndonos visible su deterioro, es porque creemos en la posibilidad de redescubrirla. No vemos diluido su futuro entre una mirada retrospectiva hacia su pasado -imaginado ahora como glorioso, aunque nunca lo fue-, la fragmentación del mercado y la apuesta por entenderla como una llave de la entrada al mundo de las imprecisas sociedades de la información. Un nuevo contexto social y cultural nos hace ver con claridad que las instituciones escolares no están solas. No queramos, pues, que funcionen como si lo estuvieran y que todo lo demás se pliegue a sus planteamientos, restituyéndoles su centralidad. En esta colección de ensayos, el autor analiza el comportamiento deseable de las prácticas educativas, ante los retos de un mundo en el que la profundidad y cualidad de la formación constituyen la medida del sentido y del alcance real de la sociedad de la información. Con sus análisis hay motivos para pensar una educación racionalmente concebida y desarrollada. Para superar el desafío no hemos de imaginar o inventar casi nada original, sino recoger los rasgos y formas del buen saber hacer que, a mayor o menor escala, antes o ahora, alguien ya los ha experimentado, es decir, apoyarnos en las mejores tradiciones.