Al igual que los cínicos de la antigua Grecia, a los que tanto admiró, la trayectoria de Cioran ha constituido un intento desesperado de responder a una inquietud: cómo vivir en un mundo desquiciado y en el que la razón se ha revelado como un mito. Con la implacable precisión de un silogismo, cada uno de sus libros ha revelado minuciosamente, entre el sarcasmo y la lucidez, la nada que somos. «Todo el mundo me exaspera. Pero me gusta reír solo.» Es posible que en este aforismo resida todo el espíritu que sustenta este último libro de E. M. Cioran. Ese maldito yo contiene, pues, aforismos sin temas predominantes, salvo el yo, un yo maldito como todo lo que respira, probablemente porque, como reza en algún lugar de este libro, «si el hombre olvida con tanta facilidad que es un ser maldito, es por que lo es desde siempre».