Este libro cuestiona al hombre moderno, quien, al encontrarse vacío, suele precipitarse en una Fe cuyas consecuencias son ese terror, en el que la destrucción escapa al control del derecho, y esa esclavitud en la que el espíritu ya no es más que un simple instrumento", observa Karl Jarspers en el prólogo de este libro. En efecto, El pensamiento cautivo, escrito en vida de Stalin, analiza el lento, pero irremediable, proceso de ceguera y entrega de los intelectuales de las «democracias populares» a las normas de conducta, pensamiento y creación impuestas por la Nueva Fe, la del marxismo-leninismo. Y el propio Milosz se pregunta: "¿Por qué, aun alejado de la ortodoxia política, consentí yo mismo en formar parte del aparato administrativo y de propaganda? No obstante, me encontraba en el extranjero, y me habría sido muy fácil romper antes mis relaciones con un sistema cuyos rasgos, en mi patria, se afirmaban con creciente nitidez. Espero que los cambios que sufrieron mis colegas y amigos -y que explicaré aquí- contestarán, aunque sólo sea parcialmente, a esta pregunta". Pocos son, pues, los que, como Milosz, están en grado de restablecer este íntimo debate entre el deseo de comprender las llamadas "necesidades históricas" y la tentación de definir el malestar producido por la sumisión. El autentico valor de El pensamiento cautivo consiste en que supera las simplificaciones fáciles a que estamos acostumbrados y presenta situaciones en las que todos podemos llegar a encontrarnos ante cualquier Poder que se adjudicara el derecho de pensar y actuar por los demás. Tras el Premio Literario Europeo, que le fue otorgado en Francia en 1953, su obra fue traducida a varios idiomas. No obstante, poco después, fue silenciada por las ortodoxias occidentales, aunque no por ello dejó de circular bajo mano en Polonia.