Frente a un jurado de escritores, sin apoyo alguno, Chukóvskaia ha de defenderse a sí misma. Estamos en 1974 y todo depende de esta sesión de la Unión de Escritores: el derecho a seguir publicando o la erradicación de sus libros de todas las bibliotecas de la URSS; la existencia de una posteridad para su obra o la completa supresión de su nombre y del título de sus libros de todas las publicaciones del país. Pero las consecuencias no sólo se vinculan a la literatura: vigilada de cerca por el KGB, quedará aislada de todos sus amigos. Algo especialmente difícil para una mujer de su edad: ya no se le permite recibir ni los medicamentos ni los bolígrafos especiales (está casi ciega) que solían llegarle del extranjero. Chukóvskaia se convertirá durante décadas en una escritora olvidada.