Muy bueno, aunque breve.
hace 10 añosMijail Bulgákov (1891-1940), novelista y dramaturgo esencial de la Rusia del siglo XX, autor de El maestro y Margarita, y Evgeni Zamiatin (1884-1937), percibido por muchos de sus contemporáneos como un nuevo Gogol, fueron dos de los autores rusos represaliados por el régimen stalinista: se les prohibió publicar, ser leídos o representados y viajar al extranjero. Y así dirigen esta serie de cartas a Stalin, convencidos, ingenuamente, de que Stalin puede liberarlos de lo que constituye la peor de las condenas para un escritor: el silencio. «Le pido que considere que, para mí, el no poder escribir es lo mismo que ser enterrado vivo». Estas palabras que le dirige Mijail Bulgákov al todopoderoso Stalin son la declaración de un hombre cuya única vocación es la escritura. Sus cartas al tirano tratan de vencer la ignominiosa persecución que sufre: condenas, insultos, amenazas, censuras, retirada de sus obras del cartel, manipulación de sus textos. El ambiente opresivo que sufre Bulgákov lo lleva a destruir parte de su propia obra, le hace caer en la enfermedad y lo coloca al borde de la locura. Sin embargo, no ceja en la defensa de la libertad creadora en páginas verdaderamente dramáticas: «La lucha contra la censura, cualquier que sea, y cualquier que sea el poder que la detente, representa mi deber de escritor [...]. Si algún escritor intentara demostrar que la libertad no le es necesaria, se asemejaría a un pez que asegurara públicamente que el agua no le es imprescindible». Imposibilitado para publicar, estrenar su teatro, encontrar un trabajo, solicita salir del país, lo que se le niega una y otra vez. En su última carta, ya ni siquiera pide ya por él, sino por otro escritor al que se ha desterrado. Igualmente, su amigo Evgueni Zamiatin nos ofrece el ejemplo de la lucha de un hombre por sobreponerse a una maquinaria política opresora: «Sé que aquí, debido a mi costumbre de escribir según mi conciencia y no por mandato alguno, se me considera escritor de derechas; mientras que allí, por esa misma causa, tarde o temprano me tildarán probablemente de bolchevique». Por todo ello, estos escritos hoy, más allá de un documento que denuncia el totalitarismo soviético, son el símbolo de la dignidad del escritor que resiste a un poder monolítico, sin fisura alguna.
Muy bueno, aunque breve.
hace 10 años