En la era de la tecnología portátil y la conexión ininterrumpida a internet, una de las mercancías más valiosas, y con las que se mueven cantidades ingentes de dinero, es la atención. Nuestra atención: nuestra propensión continuada a emplear el tiempo online y a responder a los estímulos que nos bombardean sin descanso: notificaciones, llamadas, anuncios, noticias, actualizaciones, sugerencias. A cambio de información y entretenimiento, entregamos nuestra atención a la economía de la red, y el mercado la transforma en un bien de alta cotización. Ahora bien, ¿a qué precio? ¿Qué perdemos cuando cedemos nuestra atención, y cómo podemos recuperarla? O dicho de otra manera: ¿cómo podemos transformar nuestra capacidad de atención en un elemento radical?