André Breton, figura emblemática del surrealismo, estuvo en México en 1938. Su presencia causó revuelo. Atrajo a intelectuales y ganó seguidores de aquel movimiento de vanguardia. Irritó a muchos, por razones políticas o por mera ignorancia estética. Todo terminó en un boicot, no sin que antes Breton se reuniera con León Trotski, lo que generó el Manifiesto: Por un arte revolucionario independiente, en busca de separar del marxismo ortodoxo el arte. Con su habitual perspicacia, la autora da cuenta de esta historia, olvidada o insuficientemente conocida y, sin duda, reveladora del polémico ambiente del México de entonces.