Una rama caída narra la historia de una familia humilde que se inicia en el barrio de Tetuán, en Madrid, en la posguerra española, y que llegará hasta nuestros días. Juana Osorio da luz a una niña, Isabel, que a los diez días de vida queda huérfana de padre. La infancia de Isabel no será fácil, su madre, con cinco hijos a su cargo, tendrá que trabajar duramente y la benjamina quedará al cuidado de sus hermanas adolescentes, que tienen otros pájaros en la cabeza.
Desde las primeras páginas observamos cómo las experiencias propias y las de su madre y hermanas forjan el carácter de Isabel, que desconfía de los hombres; pero sus estrictas y claras ideas y las aspiraciones a una vida mejor harán que acabe casándose con Francisco, un joven aparentemente prometedor. Isabel conseguirá subir de estatus social, aunque será a costa de vivir un infierno en su propio hogar.
La novela se estructura en varios capítulos en los que se alterna la voz narrativa. Por un lado, encontramos un narrador omnisciente en tercera persona; por otro, un narrador en primera persona, Álvaro, el hijo menor del matrimonio de Francisco e Isabel. La voz de Álvaro hace que resulte un personaje muy cercano que se gana la empatía del lector. No obstante, esta es una novela coral, en la que quizá destacan Isabel y Álvaro, pero también son importantes el hermano mayor, Francisco, y Juana, la madre de Isabel. Es la visión global de las tres generaciones de una misma familia la que hace que el conjunto de la obra sea soberbio.
Una rama caída es una obra muy completa que abarca amplios aspectos. Ya antes de empezar, leyendo la sinopsis —un emotivo fragmento del libro —, queda claro que la violencia doméstica es uno de los puntos más importantes que trata, pero incluye muchos otros temas, como el acoso escolar, las relaciones tóxicas, además de contener cierta crítica social, como cuando Isabel se siente ninguneada en su trabajo, o cuando Álvaro habla de los trapicheos de la universidad. Y no me gustaría dejar de mencionar la ambientación en Madrid como trasfondo del libro —sus barrios, reflejo de la diferencia de clases— y testigo del paso del tiempo.
Sin embargo, en mi opinión, esta es fundamentalmente una novela de personajes. Destaca la profundidad de los mismos, están tan bien definidos que uno puede sentirse en su piel cuando se describen sus pensamientos y sentimientos. De hecho, sumergirme en la psicología de los protagonistas es lo que me ha resultado más interesante, intentar entender su comportamiento, especialmente en el caso de Isabel, de la cual sorprende su pasividad y cómo escoge guardar las apariencias y el silencio, permitiendo que sus hijos tengan una infancia desgraciada. Asimismo, asombra, a ojos de hoy en día, la tolerancia generalizada del maltrato hacia la mujer, es terrible leer “algo hará para que la pegue”. Afortunadamente, y a pesar de que aún queda camino por recorrer, la sociedad ha dado pasos de gigante en ese frente.
El desenlace es sorprendente e inesperado, acorde con la historia agridulce que hemos leído; si bien, a pesar de ser muy dura, también tiene momentos bonitos y de esperanza.
Me parece una novela magnífica, cuya lectura me ha encantado. Es de admirar todo lo que el autor nos cuenta en algo menos de doscientas páginas. Con una trama fluida, bien hilada y desarrollada, es una historia muy realista, intensa y absorbente, de las que se leen con pasión. Muy interesante y altamente recomendable. (Esther Rodríguez, 11 de octubre de 2022)