En los alrededores de París, el internado de Valvert, conocido como el castillo, acoge a muchachos que son «,hijos del azar y de ninguna parte»,, más o menos abandonados por sus progenitores ricos, arruinados, inestables, cosmopolitas o turbios. Allí entre partidos de hockey y sesiones de cine que incluyen El hombre vestido de blanco y Pasaporte para Pimlico con un proyector manejado por el joven protagonista, se forjan amistades que el tiempo inevitablemente diluirá.