Curzio Malaparte defendió en uno de sus libros que un diario es retrato, crónica, relato, recuerdo e historia y que debía tener la lógica de una narración: un comienzo, un desarrollo y una conclusión. Otra cosa son las notas tomadas día a día –afirmaba este escritor–, que no son un diario, sino tan solo momentos elegidos al azar en la corriente del tiempo, en el río del día que pasa. Si siguiéramos esta arbitraria distinción, Ruido y eco podría definirse más como un cuaderno de apuntes que como un diario, dado que podemos encontrar entre sus páginas –aparentemente azarosas– apuntes de lecturas, la evocación de un verano de la lejana infancia, las aventuras de un joven estudiante en una ciudad del norte, reflexiones sobre envejecer, sobre qué sea o no un diario o el recuerdo de su padre que trabajaba de ditero… Pero en realidad este libro está construido con todo aquello que Malaparte pedía: crónica, relato, recuerdo e historia. Aunque la vida no se cuenta aquí como algo lineal que concluye sino como lo que es en realidad: ruido y eco, voces y horas del pasado que vuelven. Un tiempo que pasó pero a la vez, sigue estando presente al recordarlo y escribirlo.