Con Noventa y tres, Hugo pone punto final a su obra novelística. Después de la gran epopeya social de Los Miserables, el escritor quiso acercarse al problema que obsesiona durante todo el siglo de la Revolución: el del Mal absoluto, el de cómo crear las condiciones necesarias para que el progreso de la humanidad no se redujera a una siniestra ironía. Había proyectado un tríptico, (cuya primera entrega fue El hombre que ríe) del que no escribió; la segunda parte, y que encuentra su conclusión en Noventa y tres.