Victor Hugo deseaba descifrar los signos misteriosos del mundo y de sus acontecimientos, queriendo armonizar la revelación de los enigmas con una interpretación racionalista, otra ratio de la historia que no concordaba con la del cristianismo ni con la de la Razón. Según iba envejeciendo, iba acrecentandose su deprecio hacia los enemigos del hombre, de la libertad, de la patría y de él mismo, un odio que se hacía especialmente furibundo hacia el Papa. Con este talante finalizó el presente libro, en el que muestra en forma de cuadros teatrales de la humanidad, interpretando, a través "de la muralla de los poderes terrenales", los signos que desde el más allá se muestran en la disputa del mundo que se debate entre la luz y las sombras.