Las cuatro narraciones que forman Mírgorod (1835) reflejan, como en un mosaico trabajado por distintas generaciones, la admirable diversidad del genio de Gógol. De la evocación romántica a la comicidad estrafalaria, pasando por la tensión entre lo real y lo fantástico y el estrépito y la ferocidad de la épica, Mírgorod, que aquí se presenta en la forma en que lo concibió su autor, mantiene inalterable la asombrosa capacidad de Gógol para imprimir a sus historias el vigor y la singularidad del arte de narrar, que sentaría las bases de la mejor literatura rusa.