Veinticinco años de profesión a las espaldas, «el corazón endurecido por la vida», constantemente envuelto en una nube azul de humo de Ducados y con una copa de Lagavulin siempre al alcance de la mano, Ben Vargas es un detective de largo recorrido; un perro viejo que, a su pesar, encarna el cliché del investigador. A finales de 1987, cree haberlo visto todo, y la visita de la esposa de un rico promotor inmobiliario recién desaparecido no parece ser el inicio de un caso fuera de lo común... Pero la mujer trae consigo una cinta de casete cuyo contenido embarcará a Vargas en una investigación muy diferente de las anteriores. Esoterismo, misterio y lucha de clases, la cruda realidad de la calle y los pomposos trampantojos de la alta sociedad: pese a la aparente incompatibilidad de submundos que coexisten en el crisol de la gran urbe sin comunicarse entre ellos, todo acaba entrelazándose en el Madrid invernal y hostil de la novela, que nada tiene que ver con la imagen festiva y mítica de los años ochenta.
Con los mimbres del noir clásico, Alburquerque ha sabido construir una historia vibrante, castiza, hecha de humo, cinismo, humor negro, brumas y contrastes.