En primera persona, de forma retrospectiva e introspectiva y sin apenas diálogos, en “Los días perfectos” se cuenta como un periodista acude a un congreso en el que espera reencontrarse con su amante. A la llegada, ésta rompe la relación y el protagonista evoca la manera con la que su aventura con ella rompió la monotonía de su matrimonio. Lejos de la comercialidad superflua de la que huyen los libros de Libros del asteroide, el afán de profundidad de Bergareche hace que la novela exceda en sus pretensiones y haga al lector caer en el tedio pese a estar bien escrita. Mirarse demasiado adentro y poner palabras a los sentimientos íntimos es siempre una empresa difícil, ya que muchas veces se puede sobrepasar la línea del aburrimiento salvo que el escritor lo acompañe de una buena trama y mejor modo de expresar lo que pase por su cabeza (véase el magistral “El dolor de los demás”, de Miguel Ángel Hernández https://antoniocanogomez.wordpress.com/2019/01/05/el-dolor-de-los-demas-miguel-angel-hernandez/) El hecho de tratarse de una novela corta (de un tirón podría leerse en dos horas) rebaja la monotonía de sus páginas. Por otro lado, para los aficionados a la metaliteratura, las continuas referencias a Faulkner pueden actuar como un aliciente siempre que se sea lector del correoso y difícil, pero sublime, autor de “Luz de agosto”. www.antoniocanogomez.wordpress.com
hace 1 año