¡Madre mía, qué espanto! Tras leer "La tejedora de sombras" y comprobar el currículum de Volpi, puede afirmarse por fin que la literatura es ya poco más que azar. El libro no posee ni uno de los elementos que se debe solicitar a una novela. Es más, siendo una historia basada en hechos reales, tal como se cuenta, resulta completamente inverosímil, lo cual representa un demérito de cuidado. Y el estilo, por Dios, Sr. Volpi: reprima un tanto ese narcisismo que lo condena a la búsqueda permanente de una genialidad que nunca rozará ni siquiera en los sueños REM de su agente literario. En fin, a olvidarla cuanto antes.
hace 7 años