La obra de Kenji Mizoguhi, nacido en Tokyo en el momento en el que el cinematógrafo llega a Japón, cuenta en si misma una historia del cine, del mudo al sonoro, del blanco y negro al color, de las producciones en cadena de los grandes estudios japoneses a la política de autores. A principios de los años cincuenta Europa descubre sus filmes, que cosechan verdaderos triunfos en el Festival de Venecia.