Ante las batallas que se libraban en la corte entre diferentes tribus corporativas, fueran políticos, sindicalistas, jueces, ingenieros bancarios, tertulianos, opusdeitas, alegres muchachas del PP, servicios escasamente secretos, españolistas, catalanistas, comandos de ETA, intelectuales de cámara y de recamara, asumí mi condición de polaco y me traslade desde Varsovia a Madrid para ver al Rey y solicitar su claridad de juicio. Mientras se tramitaba mi audiencia tuve ocasión de verme con cuantas personas podían confortar mi asustado ánimo ante la inminente entrada en Madrid de las tribus bárbaras encabezadas por José María Aznar y compartí manteles con banqueros y políticos, príncipes y coristas. Ascendí la pirámide y en el palacio dela Zarzuela me esperaba el Rey en privada audiencia de la que pude sublimar una conclusión tranquilizadora: aquí no va a pasar nada y Polonia forma parte de España, nación de naciones, aunque a veces más parezca un manicomio de manicomios.