Después de leer La guerra no tiene rostro de mujer, Últimos testigos reafirma el valor de la tarea llevada a cabo por la Nobel bielorusa Svetlana Aleksievich y la de su publicación y difusión. En Últimos testigos se expone las vivencias de los niños y niñas en el frente ruso durante la segunda guerra mundial, hombres y mujeres que en 1941 contaban con entre 2 y 15 años de edad. Todos los protagonistas de este libro eran menores cuando estalló el conflicto y, aunque lo vivieron de forma distinta a los adultos, también quedaron marcados por los recuerdos para siempre. En conjunto, las experiencias de los entrevistados representan la pérdida de la inocencia y la infancia. Tuvieron que asumir responsabilidades impropias para su edad, como tareas domésticas o atención a los heridos. Algunos de ellos, por ser tan pequeños, tan solo recuerdan sensaciones y olores más que sucesos en sí, no obstante, este hecho no resta significado a su narración, porque en su memoria está la esencia de lo que vivieron. Esta obra es una prueba de que no se debe subestimar la capacidad de comprensión y las emociones de un/a niño/a. Un libro excelente y necesario, aunque sobrecogedor. (Dolors Martínez, 3 de abril de 2017)
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