Este libro demuestra que no se han agotado las maneras de viajar. Siguiendo la estela de Perec o de Sebald, Adolfo García Ortega ha escrito el diario extravagante de un viaje por dos ciudades, por la memoria, por la amistad y por la literatura. Porque de eso se trata: el viaje concebido como sutil ejercicio literario propuesto al lector, un juego irónico o un artefacto en el que todas las piezas encajan por insospechadas coincidencias.