Con el peso de los días y el paso de los años, sus gargantas olvidaron las remotas alabanzas y los viejos cánticos; el recuerdo solo tartamudeaba partes inconexas de algunos rezos. Muy pronto, invocar a las fuerzas de la naturaleza les resultó imposible. Sin embargo, los mohawk alcanzaron las puertas del cielo piso a piso, paso a paso. Cambiaron el penacho de plumas y el hacha de guerra por el casco de seguridad y las herramientas del obrero del metal, se convirtieron en los tantas veces fotografiados ironworkers. Las catedrales del cielo, protagonizada por tres generaciones de trabajadores de la familia LaLiberté, es un homenaje al tesón, esfuerzo y valentía de quienes levantaron los impresionantes puentes y rascacielos estadounidenses con el vértigo en los bolsillos y el honor en los ojos. Desmitificadoras con la típica imagen del nativo americano pero muy atractivas en términos estrictamente literarios, las vidas de Manish, John y Jack trascurren entre los inicios de la construcción febril del siglo XIX y los atentados del 11 de septiembre de 2001, entre la reserva canadiense de Khanawake y el New York de la Zona Cero. Manish inaugura una tradición metalistera continuada por John y Jack. Su historia es la de los Estados Unidos, con sus destellos de grandeza, sus miserias y con el dolor último de saberse terriblemente frágiles frente al terrorismo y, sin duda, es la de las naciones indias que sobrevivieron a la invasión del hombre blanco. Como miles de emigrantes de toda condición, Manish formará parte de los equipos encargados de erigir gigantescas infraestructuras; John recogerá su testigo y dará forma a la imagen de los Estados Unidos en el mítico World Trade Center; y Jack presenciará el derrumbe total de uno de los máximos exponentes del mundo occidental. Pocas novelas, muy pocas, acercan al lector europeo una imagen tan humana y reveladora de esos otros estadounidenses. Amena y brillante, Las catedrales del cielo es una clase magistral de humildad y una lección novelada sobre la verdadera esencia del mohawk, sobre sus tradiciones y su denodada lucha por la integración a través del trabajo. Detrás de las fotos en blanco y negro tantas veces reproducidas se esconden gentes de la América profunda y de la vieja Europa, pero en esas instantáneas no solo los blancos hacen equilibrio sobre estrechas vigas, no solo ellos desayunan con los pies asomados al abismo. Hábiles como pocos, los antiguos constructores de cabañas mohawk, convertidos ya en skywalkers, se encaramaron a lo más alto. A través de la palabra, Michel Moutot da un nuevo sentido a aquellas imágenes: el lector no volverá a contemplarlas ni con la desidia del tedio ni con la simpleza del ignorante. (Jorge Juan Trujillo, 9 de mayo de 2018)
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