Como reza el subtítulo del libro –Memorias de una cocinera inglesa de los años 20–, nos encontramos, de modo autobiográfico, la narración de la vida de la autora, en especial de sus primeros años.
En las primeras páginas nos pone en antecedentes sobre su humilde infancia, familia, el colegio, los juegos y su entretenimiento, y ya nos habla de la diferencia entre los niños ricos y los de clase baja, que nunca se mezclaban, ni siquiera para jugar. A partir de los 13 años inicia su vida laboral pasando por distintos puestos hasta colocarse como pinche de cocina, el trabajo menos considerado en el servicio doméstico. Las condiciones laborales –estamos en los años 20-30 del siglo XX– eran muy duras y leer algunas de las miserias que sufría la narradora a diario resulta cómico hoy en día, pero sin duda no fue nada agradable.
Con los años Margaret ascenderá a cocinera, aunque sin dejar de remarcar la gran distancia que hay entre el piso de abajo (los criados) y el de arriba (los señores). Este es uno de los puntos en los que más insiste, en la diferencia abismal entre clases, unos son invisibles mientras los otros se llevan la gloria. La protagonista, mujer decidida y de ideas claras, siempre luchó por conseguir un lugar mejor en la sociedad, y por lo que podemos leer en los últimos capítulos, no le fue tan mal. Me hago eco de esta frase que aparece en la solapa y que me parece muy acertada: «Margaret Powell se dedica con toda la fuerza de su rabiosa inteligencia a desmontar un sistema que decretaba que dos grupos de seres humanos debían vivir vidas radicalmente distintas bajo un mismo techo».
Es un libro narrado de manera sencilla y fluida, su prosa directa me ha gustado mucho. Margaret Powell evoca sus vivencias en las casas en las que sirvió objetivamente y sin sentimentalismos, y el reflejo de la sociedad de la época y las anécdotas que cuenta la hacen muy amena. En mi opinión es una lectura agradable de leer que he disfrutado mucho.
hace 5 años
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