Una historia descarriada protagonizada por personajes hiperbólicos y narrada con un estilo barroco y pedante que impide cualquier disfrute. Tampoco provoca la risa cuando intenta ser gracioso
hace 9 mesesEl tema de este libro es rotundamente clásico: una Herencia. Podría tratarse de un asunto de Balzac o de Pérez Galdós, pero la Herencia que se transmite en esta novela no es la del siglo XIX, sino la del siglo XX. Aunque quizá la diferencia no sea mucha, ni muy notable. Los protagonistas son un Gran Resistente, un Héroe Popular, La Muchacha y un chico que hace demasiadas preguntas. Entre los cuatro se juegan una Herencia. Por lo general, los jóvenes heredan de los viejos, pero a veces los viejos no dejan nada en herencia, o dejan en herencia la más pura nada. ¿Será eso lo que les sucede? ¿Que ya no queda nada para heredar? Verdaderamente, demasiadas preguntas. Como en las novelas de Balzac o de James, nuestros jóvenes herederos tienen problemas. Pero también los tienen sus mayores. En este relato, el principal problema de todo el mundo es el de mantener la dignidad. La peripecia tiene lugar durante el traspaso (¿la herencia?) de poderes entre posfranquistas y neodemócratas, en el Madrid de 1980, y está relatada a la manera de los senderos que se bifurcan, uno hacia la tragedia, el otro hacia la comedia. Al final, los senderos vuelven a encontrarse, pero algo se ha perdido en el recorrido. También es cierto que al final se gana algo, quizás una herencia, pero no puede decirse que nadie salga ganando en esta tragicomedia de catedráticos, novelistas, policías, jueces, abogados, incluso ministros y herederos en busca de la dignidad y de la herencia.
Una historia descarriada protagonizada por personajes hiperbólicos y narrada con un estilo barroco y pedante que impide cualquier disfrute. Tampoco provoca la risa cuando intenta ser gracioso
hace 9 meses