Cuando, avanzada la Guerra de los Cien Años, en 1413 Enrique V sube al trono es ya un hombre inteligente, experto en el campo de batalla y muy buen estratega. No pasarían ni dos años antes de que tuviera oportunidad de demostrarlo en una de las batallas más trascendentales de esa guerra. Después del asedio de Harfleur (agosto-septiembre de 1415), los 6.000 que le quedaban al rey inglés de los 10.000 que habían desembarcado en Francia se disponían a emprender una encarnizada lucha contras las fuerzas francesas, que los superaban abrumadoramente en número. En una delirante batalla librada el 25 de octubre bajo la tormenta, sobre un terreno cenagoso e impracticable que se convirtió en escenario de una terrible matanza, Enrique V puso todo la carne en el asador y, gracias sobre todo a sus arqueros, a punto estuvo de cambiar definitivamente el curso de la guerra.