La perplejidad que la obra de Guillaume Apolinaire suele causar en lectores no suficientemente advertidos puede ser resultado de las diversas orientaciones de su producción y de la aparente variedad formal de su escritura. Apollinaire cataliza toda la energía de las vanguardias a comienzos del siglo XX, y Alcoholes y El Poeta asesinado representan dos muestras de esa variedad de tonos y registros -entre lo burlesco y la ternura, la ironía y el ars poética, la melancolía y la exaltación- que le caracterizan, y bajo la cual también subyace una profunda unidad.