El periodo de la historia de la moda que recoge este libro es aquel durante el que la ropa en España sufrió una de las más intensas mudanzas, hasta conformar un diálogo entre tradición y modernidad que ya no ha dejado de existir hasta nuestros días. Las basquiñas, los cobijos, los alamares o los caireles convivirán a lo largo de los siglos XVIII y XIX con las gasas cristalizadas, el cachemir, las dormilonas o las mangas gigot. El resultado de aquella reunión sería un paisaje singular en el que las españolas ofrecían modelos que oscilaban entre la más antigua tradición, los híbridos castizos y la modernidad europea que los modistos parisinos confeccionaban. Especialmente atento a los escenarios festivos, desde los antiguos bailes escénicos a los populares, y desde los bailes más distinguidos hasta las verbenas de cualquier rincón del país, este panorama se desplegaba de una forma homogénea, ofreciendo a quien se asomaba hasta la nación, la imagen de un país que parecía sumido en una intensa transformación.