Terrosa, Extremadura, agosto de 1850. Un calor sofocante y despiadado. Una mujer que aguarda la llegada de un carruaje. Un viajero que cambiará el futuro del pueblo.
Hace tiempo que Candela asumió que nunca obtendría el amor de su padre, Bernardo Salazar, el hombre al que más admira y al que más le gustaría odiar. Ahora solo desea casarse con la persona que ella ya ha elegido, llenar por fin esa necesidad de afecto y vivir para siempre en Terrosa mientras disfruta de un futuro que imagina tranquilo y feliz.
Sin embargo, todo se tuerce cuando su padre regresa de su estancia en Inglaterra de forma precipitada al pueblo y le presenta al inglés con quien ha acordado su matrimonio. Lord William Caldecourt, décimo conde de Waldwick, llega a Terrosa con la intención de ponerlo todo patas arriba. Es un ser despiadado que está dispuesto a terminar con una larga venganza. O eso se repite a menudo, pues es lo que le juró a su madre y así se lo reclama el recuerdo de su familia, destruida por Bernardo Salazar. Pero, para su desdicha, desde que contempló el hermoso rostro de Candela en un daguerrotipo, vive pensando que quizá esa mujer que era solo el instrumento para lograr su venganza pueda convertirse en la persona que le libere de los oscuros designios del destino.