Tom Meeker es un sacerdote novato varado en la agonizante parroquia rural de una pequeña ciudad enclavada en las montañas Rocosas. La vida, a mediados de los años 70 y en esa América profunda y elevada, no parece propicia para un hombre de Dios sin nada de experiencia. Vidal Stump es un indio mestizo, orgulloso y gay, que ha ido por ahí dando tumbos de los que queda constancia en sus antecedentes penales. Le llaman «the Fancy Dancer» y es el tipo de individuo capaz de hacer lo peor, de conseguir que otros lo hagan, y de convertir la existencia de los demás en un infierno. Sobre todo la un idealista como el padre Meeker, para quien enderezar esa línea torcida de Dios se convierte en su misión prioritaria. Una tarea a la que se entrega en alma y cuerpo… cuerpo, sí, porque no calcula bien el riesgo y siente despertar en él un deseo impuro que creía desterrado. Antes o después se verá en la obligación de elegir entre sus votos sagrados y este bailarín estrambótico que lo arrastra hacia un amor prohibido.