La narrativa vertiginosa y original de Mo Yan resulta deliciosa para el lector, que queda irremediablemente atrapado en la trama. El monólogo de un taciturno y solitario personaje, habitual del bulevar, marca el punto de partida de esta historia llena de un virtuosismo deslumbrante. Arrastrado a un restaurante especializado en raviolis, a nuestro héroe no le quedará más alternativa que someterse a la charla caprichosa y a la verborrea hilarante de un amigo de la infancia. Saltando de un tema a otro sin control, en la conversación se entremezclan tanto opiniones sin fundamento como reflexiones metafísicas. El lector, maravillado por esta extraña situación, lo estará aún más cuando se entere de que un bigote de tigre encontrado en un ravioli conduce casi de manera natural a un hablar de un libro de fórmulas mágicas.