En El enjambre del mal, David López Povedano nos sumerge en las profundidades de la psique humana y en los oscuros secretos de una aldea maldita, Ochate, en el norte de España. Este no es un libro para los débiles de corazón ni para aquellos que temen a la sangre; es una novela que despliega un auténtico festín gore desde las primeras páginas, donde cada escena parece diseñada para sacudir al lector hasta sus cimientos. Premiado con el accésit en los Premios de Novela Taninos Asesinos, David López Povedano demuestra su maestría en crear un mundo inquietante donde la muerte acecha en cada rincón.
Desde el primer capítulo, el autor no se guarda nada. Tres brutales asesinatos sirven como aperitivo para un banquete literario de horror que se desarrolla a lo largo de la obra. La atmósfera opresiva de Ochate, un pueblo montañés donde todos se conocen desde la infancia, se siente palpable. A medida que los crímenes se acumulan, el autor crea un ambiente de desesperación y temor que envuelve al lector, llevándolo a cuestionar la naturaleza misma del mal. La tranquilidad del pueblo, que había persistido durante años, se quiebra con el regreso de un antiguo vecino al funeral de su madre, desatando una locura que transforma a los habitantes en sombras de lo que solían ser.
López Povedano utiliza una paleta de localizaciones cuidadosamente elegidas —la iglesia del pueblo, el único bar, el cementerio, la casa del párroco— para enmarcar las escenas de terror. Estos escenarios, cargados de historia y misterio, se convierten en personajes por derecho propio, cada uno aportando su propio eco de dolor y angustia. La crudeza con la que describe cada escena es visceral, y es difícil no sentir una mezcla de horror y fascinación mientras leemos sobre las atrocidades que desdibujan la línea entre el bien y el mal.
Sin embargo, no todo en Ochate está marcado por la desesperanza. Povedano se toma el tiempo para incluir momentos de amor, pasión y ternura, contrastando la brutalidad con destellos de humanidad. Estos matices enriquecen la narrativa, permitiendo que el lector respire entre el horror. La diversidad de personajes, cada uno más sorprendente que el anterior, acompaña al lector en esta montaña rusa emocional, añadiendo capas de complejidad a la historia.
El ritmo es endiablado, y el estilo narrativo es visualmente impactante. Las descripciones no son meras palabras en una página, sino imágenes que se proyectan vívidamente en la mente del lector, haciéndolo partícipe de la experiencia. Con innumerables giros y un toque de surrealismo, El autor logra mantener a su audiencia en vilo, incapaz de predecir lo que sucederá a continuación.
En definitiva, El enjambre del mal es más que una simple novela de terror; es una exploración profunda del miedo y la moralidad en un entorno donde el horror se ha convertido en parte de la vida cotidiana. Con su narrativa cautivadora y su estilo inconfundible, David López Povedano ha creado una obra que no solo asusta, sino que también invita a la reflexión. Una historia que permanecerá con el lector mucho después de haber cerrado el libro, y que, sin duda, merece un lugar destacado en el género del terror contemporáneo. (Inma Muñoz, 26 de septiembre de 2024)
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